30 de noviembre de 2009

¿Una informacion de todos y para todos?

Material rescatado de la base de datos del "Segundo encuentro de estudiantes de sociología" realizado en la ciudad de Valledupar. Mi idea personal es que esta clase de documentos no se pierda dentro de la estructura estática y cerrada de algunas instituciones. Mi deber es difundirlo y que ustedes compartan esta obra.

Al Doctor Sinning mis disculpas por atreverme a publicar su ensayo sin su consentimiento, pero en esta era de las TIC, estos aportes científicos críticos de las realidades sociales deben ser socializados a millones de personas. Seguramente que usted, estará de acuerdo conmigo.

De antemano le agradezco el gran trabajo que esta realizando en Telecaribe, seguramente la Región se lo agradece y comparte su empeño de tener un canal que restablezca los valores culturales costeños, todo dentro de una televisión educativa, creativa y objetiva.


¿UNA INFORMACIÓN DE TODOS Y PARA TODOS?


Por: Edgar Rey Sinning*

Sociólogo

Magíster en Educación-Filosofía Latinoamericana


El papel de los medios de comunicación

en la política contemporánea nos obliga

a preguntar por el tipo de mundo y de

sociedad en los que queremos vivir, y qué

modelo de democracia queremos para esta

sociedad”.

Noam Chomsky.


Cuando los estudiantes me invitaron a trabajar este tema, tuve muchas dudas, por mi condición de ser Gerente de un medio de comunicación estatal como lo es nuestro Canal Regional de Televisión TELECARIBE, sin embargo, arriesgo de ello expresaré algunas ideas sobre el tema, esperando contribuir al debate sobre el mismo.


Lo primero que recordé fueron las lecturas, -al inicio de la década de los setenta- de los libros del chileno Armando Mattelart, “La Cultura como empresa multinacional”, “La comunicación masiva en el proceso de liberación”. “Multinacionales y sistemas de comunicación”, “Agresión desde el espacio, cultura y NAPALM en la era de los satélites” y en colaboración con Ariel Dorfman el discutidísimos libro “Para leer el Pato Donald”. Textos que sin duda nos permitieron a los estudiantes de la Ciencias Sociales e intelectuales de izquierda revisar el papel de los medios de comunicación y de la industria cultural en el mundo y en el país.


Lo anterior no quiere decir, que no leyéramos otros teóricos, como los pensadores de la Escuela de Frankfurt: Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, Hebert Marcuse y Jurgen Haberlas. Más recientemente otros aportes de sociólogos, antropólogos, comunicadores y politólogos, europeos, norteamericanos y de un nutrido grupo de pensadores latinoamericanos encabezados Jesús Marti-Barbero, Néstor García Canclini, entre otros.


Antes de entrar en el tema permítanme recordar una definición del concepto periodístico de la información elaborada por Vicente Romano: “La información periodística es una de las manifestaciones de la información social, es decir, de la transmisión de conocimientos, saberes y opiniones sobre hechos y relaciones, especialmente de hechos nuevos. Se trata de una información continuada y periódica, es decir, repetida en períodos regulares de tiempo. Originariamente abarcaba los productos de la prensa periódica, pero hoy día comprende así mismo la información difundida por otros medios, como la radio y la televisión, el cine, etc.”. De tal manera que esa será la brújula que orientará esta reflexión.


Pensando en realizar la utopía, se podría pensar que en efecto la información es un bien común, de todos y para todos, como se titula el eje temático que me ha correspondido desarrollar para sustentar en este importante encuentro.


Pero desafortunadamente no es así. La información que en la actualidad se lleva a las audiencias no es de todos ni para todos. Y no lo es por la sencilla razón de que está orientada por quienes manejan el poder. El poder de la información, de la política, de la economía global. Ya lo decía Ryszard Kapucinski, ese inevitable periodista polaco que se debe consultar cada vez que se quiera debatir sobre los problemas y las realidades de la comunicación. Para el ya legendario reportero europeo el beneficio económico reemplazó en los medios de comunicación las exigencias mínimas prioritarias. Kapucinski afirma “Normalmente el periodismo se hacía por ambición o por ideales, pero de repente se advirtió que la noticia era negocio, que permitía ganar dinero pronto y en grandes cantidades. Eso cambió totalmente nuestro ambiente de trabajo”.


Surge de inmediato entonces el siguiente interrogante: ¿Cuál es el mensaje que los medios envían a los lectores, los oyentes, los televidentes? La respuesta salta inevitable: El que conviene a sus intereses. Ya también lo decía Mc Luhan: el medio es el mensaje. Los teóricos modernos de la comunicación sostienen que la información es ahora, ni más ni menos, que una mercancía. Y la mercancía, lo sabemos todos, simplemente se vende porque está sometida a las rigurosas leyes del mercado. Los directores de los medios hoy no son o no vienen del oficio, son empresarios gerentes que garantizan su cargo por la rentabilidad que producen, “ahora que la información es una mercancía bajo las leyes del mercado, es decir, destinada a obtener una rentabilidad máxima y apuntar al monopolio, los antiguos héroes del periodismo han sido reemplazados, en buena medida, por un nutrido número de esos anónimos trabajadores de los medios (...). Hoy el soldado de nuestro oficio no investiga en busca de la verdad, sino con el fin de hallar acontecimientos sensacionales que puedan aparecer entre los títulos principales de su medio” (Kapucinski). El sociólogo John B. Thompson profesor de Sociología en la Universidad de Cambridge y miembro de la Junta Directiva de Jesús Collage, frente a la comercialización de la información en los medios hoy dice “los productores mediáticos por sí mismos –o los argumentos que derivan- fueron progresivamente estandarizados y estereotipados; se trivializaron, se entretuvieron con acontecimientos fugaces, y dejaron de lado toda aspiración que alguna vez hubieran tenido de trascender las banalidades de la vida cotidiana. A su vez, la recepción de productos mediáticos se ha convertido en otra forma de consumo, en fuente de excitación, entretenimiento y placer”.


En sus inicios, el periodismo era cuestión de ideales y muchos personajes dedicaron su vida a ejercerlo con rigor y creciente vocación, sin más aspiraciones que la de servirle efectivamente a la sociedad. Las cosas cambiaron con el tiempo y con la llegada de nuevas tecnologías y otros personajes a manejar las riendas de los medios. Por eso hoy, muchos consideran que quien dirige una empresa de noticias o un medio de comunicación, puede pasar más tarde a gerenciar una empresa cualquiera.


Esa circunstancia tiene que ver, directamente, con la ética, Si ahora lo que interesa es vender, la ética poco importa. Se habla de ella, se debate en su nombre, se precisan sus postulados, se dan golpes de pecho pero hasta ahí. El profesor de Cambridge afirma al respecto “aunque la cuestión de si la propiedad pública mediática posee carácter normativo o una dimensión ética pudiera ser vista como pasada de moda por algunos, a otros les parecerá, por extraño que resulte, fuera de lugar; porque los media constituyen un dominio, en el que las preocupaciones éticas serias fueron desterradas hace mucho tiempo. Con el desarrollo de la comercialización de las instituciones mediáticas, los ideales morales y políticos sostenidos por algunos de los primeros emprendedores mediáticos fueron progresivamente desplazados por el criterio de eficiencia y rentabilidad económica”. Entonces, la ética llega hasta donde comienzan los intereses de los medios. Y de los periodistas, por supuesto. Porque la ética es cuestión de humanos, no de entidades o empresas per se. Me explico, son los seres humanos los que desarrollan al interior de aquellas los postulados éticos. Si como decía un director de medio de Cartagena ya fallecido, la moral es una mata de mora, podremos comprender mejor cuáles pueden ser los hilos que mueven la información.


En ese contexto, la gran sacrificada es la verdad. Hoy por hoy la verdad no se sabe en donde está. Se habla tanto de ella, se le dan tantas interpretaciones, se envían tantos mensajes bajo su rótulo, que todos terminan confundidos y la verdad más escondida que nunca. La manipulación de la información es el arma fundamental de los gobiernos, de tal manera que se impone “el sencillo método de manipular comunicando tan sólo lo que a uno le conviene implica, claro está, el de silenciar lo que no conviene. Los gobiernos, por ejemplo, tienen un formidable instrumento de control en el silenciamiento de informaciones vitales para la población, en su negativa a suministrar información, como ocurrió en España durante la Guerra del Golfo con la cuestión de los vuelos y suministros de tropas norteamericanas. Cuando la verdad no responde a los intereses del capital no se trata de mentir, sino de no decir la verdad. Este método es más difícil de ver para los lectores, oyentes y telespectadores (...) Se informa de modo selectivo, pero creíble, sobre fenómenos, detalles, sin explicar la esencia del sistema, sin contexto” (Vicente Romano).


Detrás de cada mensaje hay una intención. De ahí que la objetividad periodística sea un mito a pesar de la defensa que muchos hacen de ella como uno de los fundamentos de la información. Pero la veracidad es otra cosa. Ella debe ser la brújula que guíe los pasos del periodista. Hacia ella debe encaminarse el ejercicio del periodismo. La verdad debe estar en el mismo corazón de la sociedad.


Pero hoy se miente a nombre de verdades supuestas. Se ha hecho de la mentira toda una cultura global. Los medios reproducen a velocidades pasmosas las mentiras convertidas en verdades, las machacan a cada momento ante la audiencia hasta doblegarla a fuerza de repetición. Y quedan convertidas en dogma contra el que nadie puede rebelarse so pena de ser castigado, sometido al escarnio público o simplemente muerto o desaparecido.


Ya ni el derecho de los periodistas a la reserva de la fuente sirve. En los Estados Unidos hay más de un periodista preso por negarse a decir cual fuente le permitió elaborar sus informes. Historias que, entre otras cosas, han desenmascarado más de una aberración construida a nombre de la democracia. Concepto este que ha ido perdiendo valía porque, precisamente en su nombre se viene cometiendo todo tipo de atropello, también a nivel global.


Se conoce que en Estados Unidos hay periodistas que, contrario a los anteriores que se negaron a revelar sus fuentes, recibieron altas sumas de dinero para informar, globalmente, a favor de los intereses del gobierno americano sobre hechos que lo comprometen seriamente en acciones contra la sociedad. Esos hechos, maquillados, sesgados, manipulados, se mueven mundialmente a través de la radio, la televisión, los periódicos, las revistas, la Internet, creando una verdad diferente a la realidad.


Desde la destrucción de las torres gemelas de Nueva York por la organización Al Qaeda una nueva era comenzó a regir los destinos de la humanidad. El ataque se asoció a posibles relaciones entre Bin Laden y Saddam Hussein. Este hecho determinó en el gobierno de Washington declarar la guerra a Irak. Para Chomsky, no era más que una coyuntura interna en Estados Unidos, por ello consideró que “sólo hay una técnica básica para que la gente no le preste atención a lo que está haciendo un régimen represivo de derecha, de línea dura, y eso es aterrorizarla. Uno tiene que atemorizar (a la población)”. A nombre de la defensa de la democracia y en contra del terrorismo, la simbiosis Estado-Medios se volvió mucho más perversa y aunque en ocasiones los propios medios publican historias que denuncian atropellos, crímenes, vejaciones, manipulaciones, la denominada alianza contra el mal sigue su curso invariable.


El punto crucial es cuando los medios son utilizados por los gobiernos para convencer a una sociedad de la necesidad de intervenir en asuntos externos a ellos. En este caso se recurre a la propaganda como una estrategia básica de seducción. Un caso muy conocido fue en el gobierno de Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, quien utilizó la propaganda con fines políticos y militares, buscando inducir a los estadounideses para que participaran en la Primera Guerra Mundial, y tuvo el éxito esperado “en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo” (Chomsky). Eso fue posible con la creación de una Comisión de propaganda, conocida como “Comisión Creel”. Los efectos se sintieron, igualmente hacia el mismo pueblo norteamericano, sobre todo, en contra de los obreros organizados, ya que le “permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provecho”. (Chomsky).


Los medios haciendo de caja de resonancia de los gobiernos y del Estado es un innegable peligro para la sociedad. Esa simbiosis Estado-Medios es notablemente perjudicial y debe ser cuestionada con vigor desde la sociedad civil y la academia.


En el propio patio


En nuestro país, las cosas no son diametralmente distintas. A principios de este año se realizó en el aula máxima de la facultad de Derecho de la Universidad de Cartagena, un conversatorio con presencia de los miembros del jurado calificador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y un gran número de estudiantes de comunicación social y algunos periodistas en ejercicio, para debatir sobre si el periodismo es político.


Como moderador que fui del encuentro plantee el debate en torno del poder. Del poder político y el poder de los medios y de los alcances de las relaciones que se dan entre ellos. Insistí en el tipo de realidad virtual que se quería mostrar por parte del Gobierno nacional, en plena campaña reeleccionista, y la otra, la concreta, la tozuda.


Allí se aseguró por parte de los invitados especiales que el periodismo siempre ha hecho política, que lo hace y lo seguirá haciendo. Igualmente se habló del ejercicio de los periodistas de opinión, de la objetividad, de la ética, de la llegada al periodismo de los egresados de las facultades y de algunos otros interesantes tópicos pero, en mi opinión, se dejó por fuera el tema central, el poder.


Es en la esfera del poder de donde podemos sacar conclusiones precisas sobre el tipo de política que hace el periodismo. El análisis no puede limitarse a decir que el periodismo hace política porque informa y opina sobre política, porque hay secciones especializadas en política en los medios escritos, radiales y televisivos y porque se entrevista a políticos en ejercicio, a funcionarios y a particulares que hablan de política. Los medios, por supuesto, no pueden sustraerse a esas temáticas porque les son inherentes pero el asunto va más allá.


Aquí, por supuesto, uno aquello de la política en los medios con el interrogante de si hay una información de todos y para todos. La cuestión es establecer con la mayor exactitud posible hacia donde se dirigen los intereses de los medios cuando informan de política, de política partidista, de cuestiones electorales y de sustento democrático, pero es preciso ir más allá para llegar a los asuntos económicos, sociales, culturales, que también hacen parte de la política. ¿Van los intereses de los medios encaminados hacia el poder o hacia la sociedad?


Respondiendo adecuadamente se sabrá qué tan comprometidos están los medios (por supuesto los periodistas y el periodismo) con la verdad, la responsabilidad social, los postulados éticos.


Los medios, con frecuencia, coquetean y hasta mantienen relaciones amorosas (¿pecaminosas?) con el poder y al hacerlo desvirtúan su inalienable misión de informar verazmente. Cuando esto ocurre, el periodismo entra en el campo minado de la credibilidad, concepto no solo importante sino básico para quienes tienen como sustento el mundillo movedizo de la opinión pública. Cuando el ciudadano se siente traicionado por la información acomodada, distorsionada o simplemente mendaz, castiga al medio con su indiferencia o lo cuestiona abiertamente señalando sus parcialidades. Periodista o medio sin credibilidad pierde audiencia y gana en desprecio o mofa colectiva.


El periodismo debe estar lo más alejado posible de los centros de poder y lo más cercano a los intereses de la sociedad. Así, podrá ejercer adecuado control sobre la conducta de los políticos y los gobernantes y trabajar de manera independiente los diferentes puntos de vista que se dan en los colectivos sociales.


El asunto que nos ocupa, sin embargo, tiene otras aristas. Los centros de poder no están solo en la política sino también, y en qué medida, en los conglomerados económicos. En la actualidad, la información está cada vez más en manos de los centros de poder económico y esa circunstancia puede afectar la independencia de los medios porque dichos conglomerados suelen tener fuertes intereses en empresas de diverso tipo, al tiempo que son propietarios de medios de comunicación. ¿Podrían esos medios informar verazmente cuando otras empresas de sus propietarios son cuestionadas socialmente por cualquier motivo?


Los medios, por supuesto, deben ser empresas económicamente sólidas porque esa solvencia les brinda independencia pero la cuestión se complica cuando los centros de poder gravitan en su interior. Los peligros para los medios, los periodistas y el periodismo entonces, vienen desde diversas direcciones y corresponde a cada quién definir la línea de conducta que debe seguir. En esto, la ética, la transparencia, la responsabilidad, el compromiso, son valores estelares para salir bien librado.


Los medios y los periodistas que transan con el poder se convierten en representantes de intereses particulares y por mucho que sus historias parezcan verosímiles dejan traslucir un fondo sesgado que los denuncia como portavoces de información controlada. La sociedad necesita que los medios desarrollen contenidos de interés, con calidad e independencia y que contribuyan a la mejor interpretación de lo que es el complejo mundo globalizado de la actualidad así como las realidades locales, regionales y nacionales.


Sin embargo, las temáticas que a la opinión le gustaría ver en las primeras planas no se abordan con regularidad, se abusa de la farándula, no se profundiza ni se da continuidad a la información y la investigación termina siendo un mito. Esto es mucho más preocupante en la medida en que el fenómeno no sea producto del azar sino de tendencias y aun de políticas empresariales mediáticas encaminadas a defender los intereses del poder.


En una reciente investigación sobre “¿Qué es Noticia? Agendas, Periodistas y Ciudadanos”, quedó clara la injerencia de los grupos de poder en la elaboración de la agenda informativa y se reafirma la sospecha popular de la casi nula o poca independencia de los medios y los periodistas. Los resultados cuantitativos del estudio precisan, frente a la pregunta de la influencia en la definición de la agenda de los medios los encuestados respondieron así “para el 38% de los periodistas encuestados esta influencia proviene de las instituciones públicas y el gobierno; para el 21% de las empresas privadas y grupos económicos, y para el 9% de los anunciantes”. Como puede verse, el 68% de los periodistas encuestados, consideran que la línea editorial no es independiente, que por el contrario esta determinada por la injerencia del poder político y económico en los medios.


Frente a estos resultados la periodista de la “Revista Semana” Marta Ruiz hace una reflexión interesante, que apunta a señalar la relación entre periodismo (medios) y el poder. Es un tanto larga la cita, pero me parece importante trascribirla para no omitir ningún detalle. Afirma la periodista en mención que “en relación con este tema, me parece importante empezar por discernir entre lo que es directamente la injerencia de estos grupos a través de las estrategias ya conocidas de sus asesores de prensa y lo que, a mi juicio, es un asunto más sutil, que es la relación entre el periodismo y el poder. En cuanto a lo primero, en todos los gobiernos, pero en general en los dos últimos (y muy especialmente el actual), hay una gran preocupación por la estrategia que vienen utilizando los entes gubernamentales para incidir en las agendas de los medios a través de los mismos asesores de prensa. En el caso de la Presidencia, ya tenemos bastantes episodios que pueden ser representativos de este planteamiento. Destaco el caso del asesinato del gobernador de Antioquia, el ex ministro Gilberto Echeverri y los diez miembros de la Fuerza Pública que estaban en Urrao, en el cual siempre hubo desde la Casa de Nariño una iniciativa propagandística muy fuerte para neutralizar el cubrimiento (...) El caso de Cajamarca fue muy similar. Desde Palacio hay una estrategia de propaganda que es envolvente y termina mutilando la posibilidad de ahondar más en las historias. En este caso es muy claro cómo esa estrategia tomó cuerpo cuando el Presidente Uribe adquirió el protagonismo. Él mismo va y se apersona de las cosas, convirtiéndose claramente en el fin del debate, en la verdad periodística. La verdad es la que da el Presidente”. Pienso que está dicho todo frente al tema de la injerencia del poder en los medios.


En este gobierno encontramos a diario ejemplos de esa intromisión. Sólo como casos ilustrativos, recordemos la corrupción del DAS y los asesinatos de dirigentes y líderes sindicales e intelectuales donde los sociólogos sufrimos con el asesinato del colega y amigo ALFREO CORREA DE ANDREIS. En la confrontación con los medios, el Presidente cínicamente expresó, que las denuncias de los medios le hacían un gran mal a la Patria y que “la ropa sucia había que lavarla en casa”. En estos días el Ministro del Interior pidió a los medios no hablar más del tema del brujo en la Fiscalía Nacional. Es decir, el Gobierno le pide a los medios y a los periodistas, tapar como el gato.


Está sobradamente dicho que la sociedad requiere de la información para ser libre pero precisa igualmente de mensajes claros, veraces, confiables, independientes. En democracia la información no puede ser propaganda pero este principio termina siendo pisoteado algunas veces por medios que se dan licencias cuando se trata de defender intereses que les son cercanos


Y para volver al principio, claro que el periodismo es político. Hace política de manera permanente, unas veces sin ocultar sus orientaciones y otras de manera velada. ¿Es eso bueno o malo? La cuestión no es moral. Es política. Por eso toca a los ciudadanos analizar de manera crítica cual es la inclinación de la información que recibe, ya sea escrita, radial, televisiva o vía Internet.


Ricardo Chica, un docente-investigador universitario cartagenero experto en análisis de televisión, plantea que la agenda noticiosa de la pantalla chica en nuestro medio se mueve entre dos grandes tópicos: lo internacional marcado por el terrorismo y un referente ideológico de derecha, y lo nacional que tiene que ver el narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, la violación de niños y niñas, las excomuniones de la iglesia católica, los atracos, los secuestros, los robos de bebés, la violencia intrafamiliar y otras tantas tragedias. Eso lo denomina “lo que ocurre en Colombia”. Y se pregunta: ¿Con qué criterios y quien decide, “qué ocurre en Colombia”? Sin poderlo demostrar de manera sistemática y formal, afirma que “quien decide “qué nos ocurre” son dueños de los medios de comunicación y periodistas que le temen al poder o están al servicio de él”. Y en cuanto al “qué ocurre”, precisa que tiene que ver con el miedo y la desesperación: “La estrategia noticiosa – afirma Chica – consiste en abrumarnos con tal cantidad de información que finalmente nos aturdimos y es poco lo que entendemos. Es decir, sabemos que algo nos pasa pero no exactamente qué”. La estrategia informativa se complementa con la farándula, lo ligero, el chisme. El periodismo Light. Ni más ni menos. El facilismo. Lo intrascendente. Es tanta la fuerza de este bloque, en los noticieros, que en algunos días, es tan larga que ocupa tanto espacio como las noticias políticas, económicos y de otros temas. Pero la noticia cultural no aparece. Casi nunca se presenta un titular sobre un tema cultural.


Ahora bien, de acuerdo con todos los pronósticos especializados, la tendencia es hacia una mayor concentración de medios en conglomerados económicos nacionales y globales. Los principales grupos económicos del mundo, y por supuesto de Colombia, han entendido que al apropiarse de los medios de comunicación es fácil manejar a las masas utilizando la propaganda. Bien política o de productos de consumo cotidiano. Paul F. Lazarsfeld y Robert K. Merton, plantearon hace unos años que “los principales grupos de poder, entre los cuales el lugar más destacado lo ocupa la industria organizada, adoptan, cada vez más, algunas técnicas para manejar al gran público, por medio de la propaganda, en lugar de recurrir a medios de control más directo”. Eso, justamente, es lo que hoy sucede en nuestro país. En el Caribe colombiano, por ejemplo, lo que más consumimos es el entretenimiento, el cual en un alto porcentaje es financiado por los grupos económicos expresados a través de la industria de las bebidas alcohólicas.


En Colombia las emisoras de frecuencia AM son cada vez más escasas mientras se abren paso las cadenas nacionales en las que invierten o desean invertir financistas internacionales. Las dos principales cadenas de emisoras son a su turno propietarias de las estaciones de televisión privadas, que imponen a su antojo los contenidos, cada vez más alejados de los intereses de la sociedad. Sin embargo, se hace aparecer al público como factor que decide en las orientaciones de esos medios, lo que constituye otra falacia.


De acuerdo con Miguel Ángel Bastenier, otro gran periodista y teórico de la comunicación, con la llegada de la Internet y la multimedia, los medios escritos están sufriendo una especial transformación y solo sobrevivirán aquellos que tengan mayor capacidad económica. Es decir, mayor tendencia al monopolio.


Si en la actualidad la realidad muestra que los medios están en evidente confluencia de intereses con el poder, lo que viene es mucho más inquietante. El poder estará cada vez más concentrado, la información será más condicionada y la sociedad no tendrá canales masivos de expresión que muestren la realidad.


Para concluir pienso como Vicente Romano cuando afirma que “la información periodística es necesaria para la orientación social. Se supone también que es una información reductible al nivel de conocimiento de sus consumidores, es decir, comprensible y asimilable. Y decimos que se supone, porque luego, en la práctica, no es así, sino que más bien desorienta y mantiene la ignorancia”. Se piensa que este tipo de información aumenta el nivel de conocimiento. Es la gran paradoja: Cada día hay mayor cantidad de información fluyendo en el mundo pero sus contenidos suelen ser amañados, lo que se traduce en confusión y manipulación. De tal manera que en vez de estar informados, vivimos en un mundo desinformados. Quienes verdaderamente están informados son los que toman las decisiones oportunas.

Gracias.



BIBLIOGRAFIA


KAPUSCINSKI, Ryszard. Los cinco sentidos del periodista. México: Fondo de Cultura Económica y Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fundación Proa, FCE. 2003. 90p.


THOMPSON, John B. Los media y la modernidad. Barcelona: Paidós. 1998. 357p.


ROMANO, Vicente. La formación de la mentalidad sumisa. Bogotá: Fundación para la investigación y la cultura. 2002. 197p.


CHOMSKY, Noam. El control de los medios de comunicación. En: El control de nuestras vidas. Bogotá: Fundación para la investigación y la cultura 2002. Pag. 136-191.


BONILLA, Jorge Iván y CADAVID BRINGE, Amparo. ¿Qué es la Noticia? Agendas, Periodistas y Ciudadanos, Bogotá: Antropos Ltda. 2004. 149p.


LAZARSFELD, Paul F. y MERTON, Robert K. Los medios de comunicación de masas, el gusto popular y la acción social organizada. En: Industria cultural y sociedad de masas. Caracas: Monte Ávila. 1992. Pag. 231-259.


Edgar Rey Sinning*

* Actual Gerente del Canal Regional de Televisión del Caribe, TELECARIBE. Correos: papelillopinto@yahoo.es y papelillopinto@hotmail.com

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